lunes, 30 de mayo de 2016

Los de "Saltillo" para mañana en Madrid




      Mañana entre nubes y claros de un sábado de mayo. Un sábado como otro cualquiera en la margen derecha de la carretera que lleva desde la cordobesa Palma del Río hasta la sevillana Peñaflor. Pero, aunque no lo parezca, esa mañana tiene algo de especial. Muy especial. En un cercado desde el que se contempla toda la campiña, donde las vistas casi por doquier dan a exuberantes naranjales, ocho toros pasan sus últimas horas en el campo. Son los ocho que esa misma tarde José Joaquín Moreno de Silva embarcará con destino a la plaza de Las Ventas. 

     Es el tercer año consecutivo en que se ve anunciado en Madrid pero, a diferencia de los dos anteriores, ahora es en San Isidro. Y, además, en plena “semana torista”, encartelado junto a los ganaderos que son mascarón de proa de eso que ahora se viene en llamar “Encastes Minoritarios”. Y ahí está Joaquín, que después de muchos años de sacrificios, apuesta y esperanza por la sangre “Saltillo”, por fin ha conseguido llegar a la feria más importante del mundo. 


     Para la ocasión ha reseñado ocho ejemplares que son la niña de sus ojos. Una corrida muy, muy fiel al tipo del encaste, con todos los toros de  pelo cárdeno en diferentes tonalidades, el que la porta más oscura es “Jardinero-68”, que es un poema de seriedad. En cuanto a caras, tres de ellos la enseñan más abierta, y son “Lechuzo-43”, “Cazarratas-45” y “Jabalino-67”, que es un toro muy fino cuya expresión es de agresividad. Hablando de expresiones, hay dos, “Millorquito-27” y “Mandarino-55” que la tienen idéntica a la de tantos toros que hemos visto en casa de Victorino Martín, lo cual habla de la pureza de su sangre “Saltillo”. Y, por último, hay dos de esos a los cuales se te va el ojo nada más entrar al cercado. Uno, más redondo, lleva el nº 38 y atiende por “Cantaor”, mientras el otro es “Ruiseñor-6”, cárdeno claro, con la rara característica en este encaste de, además, ser de pelo ojalado. 
 
   Justo cuando yo salía del cercado entraba Enrique Ruiz, el mayoral, que esa mañana andaba en trance de preparar la maleta para acompañar en su último viaje a esos toros que ha criado con mimo desde el día que nacieron,  conduciendo el remolque que llevaba el que iba a ser su último pienso en la finca. Fue verlo y venirme a la mente aquel primer capítulo de “La Tauromaquia”, y de aquella locución que, acompañando las imágenes de un embarque, decía  solemnemente “Es su último día en el campo. Sus últimas horas en un efímero reinado”. Y, al momento, la cabeza se me fue a aquella tarde del 13 de septiembre del año pasado que tuve la fortuna de vivir en la plaza de Las Ventas, con “Viergado” poniendo a todo el mundo de acuerdo. Ojalá mañana sus hermanos pequeños se acuerden de él. El esfuerzo de Joaquín merece una recompensa ahora que, por fin, ha conseguido el sueño de verse anunciado junto a los más grandes. Que así sea. 

martes, 24 de mayo de 2016

Que quince años no es nada...o sí



      Hoy es 24 de mayo de 2016. Y si, como cantaba Carlos Gardel, “veinte años no es nada”, quince deben ser menos todavía. Pero a mí, ahora que echo la vista atrás, se me antojan una eternidad. Y al mismo tiempo, han volado en un suspiro. Menuda contradicción. 

     Han pasado quince años  y multitud de cosas por mi vida desde aquel jueves 24 de mayo de 2001, pero a la vez me parece como si sólo hiciera un rato desde que escribí “Camino del Califato”. Aún recuerdo el nerviosismo cuando aquella noche me puse delante del teclado sin saber si sería capaz de plasmar en negro sobre blanco toda la emoción de lo vivido apenas un par de horas antes sobre el albero de Los Califas. Era la primera feria que cubría para un medio nacional escrito después de haberme curtido en mil polvaredas y aguantado a cien personajes que mejor no recordar. Era…la oportunidad. Y encima, esa tarde Finito, que celebraba su décimo aniversario de alternativa, va y cuaja a uno de los toros de su vida. A ver cómo contaba yo eso en unas páginas como las de 6Toros6, por aquel entonces cargadas de prestigio porque en ellas escribían algunas de las mejores plumas del periodismo taurino mundial. 

     Recuerdo que encendí el ordenador, puse a Vicente Amigo como banda sonora (eso lo he hecho siempre cuando me ha tocado escribir todas y cada una de las crónicas de las grandes faenas que El Fino fue esculpiendo en años sucesivos) y empecé a teclear con los vellos aún de punta recordando cómo había toreado apenas un par de horas antes Juan Serrano Pineda “Finito de Córdoba”. Hoy, quince años después, cierro los ojos y aún recuerdo su forma sublime de torear a la verónica, de las que una de ellas, por el pitón derecho, fue inenarrable. Y mientras viva  no se me olvidará la despaciosidad con que manejó la muleta ni, por supuesto, la salida a hombros a los sones de “Puerta Grande” después de cortarle dos orejas al nobilísimo “Banquero”, de José Luis Marca

    Al día siguiente, en esa misma Córdoba que Finito -vestido de blanco y plata- había hecho vibrar la tarde anterior, conocí a José Carlos Arévalo, director por entonces de la revista, que me dijo algunas de las palabras más bonitas que he oído a lo largo de mi trayectoria elogiando aquella crónica que justo entonces  pude ver por primera vez en negro sobre blanco a través de una prueba de imprenta que Paco Aguado, director adjunto y quien hizo posible que yo cubriera esa feria, había traído consigo  en un AVE que ya ponía Córdoba y Madrid casi a tiro de piedra.

     Yo sé que aquella crónica, ilustrada con maravillosas fotos de José Antonio León, me abrió las puertas para seguir escribiendo en esa revista durante muchas temporadas. Y, en cierto modo, siempre he agradecido a Finito, al que acabé haciendo “mi” torero, que ese día estuviera como estuvo, porque si aquello no hubiera sido así de grandioso, a saber si yo no seguiría aún por las polvaredas o si ya había mandado todo este tinglado a tomar por donde amargan los pepinos, que todavía no es tarde …

      Ahora, quince años después, paladeo con nostalgia todo lo vivido aquel día. Y también con un halo de tristeza por muchas cosas que han ido ocurriendo después. A León, sin duda el mejor fotógrafo taurino que he conocido y con el que tuve la fortuna de compartir ferias y amistad en España y Portugal, lo aburrieron y acabó por dejar de hacer fotos taurinas. Y a Finito, uno de los toreros con más clase que han visto mis ojos, el “sistema” se las hizo pasar puñeteras unos cuantos años en vez de convertirlo en torero de culto, que era lo que merecía. 

      Así que, por desgracia, ninguno somos tal y como éramos aquel 24 de mayo de 2001 pero, pase lo que pase, nadie podrá quitarnos la inmensa sensación de felicidad que nos llenó aquella tarde de jueves. Yo no estaré presente en la feria de este año, aunque desde casa estaré pendiente de todo lo que esté pasando, pero me alegraría como nadie puede imaginar que el próximo sábado a Juan Serrano,  que anda celebrando sus bodas de plata como matador de toros, le vinieran las cosas de cara y le embistieran los toros para que los que tengan la suerte de estar allí pudieran gozar tanto como yo lo hice hoy hace justamente quince años. 

     Qué pena que sea tan cierto aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no pasa nada. Paciencia…y memoria.