jueves, 31 de diciembre de 2015

El "último día" de un GANADERO



     Hoy es el último día de 2015. Y éste, el último post por este año en "Los Caminos". Sin embargo, no voy a acabar contando el relato de una alegría, ni de un día de tentadero de esos que no se olvidan, porque lo que se va a relatar en él es una experiencia inolvidable... pero que resulta ser tristemente inolvidable. Así, las imágenes y el texto van a describir el último día de su vida como ganadero (espero que de momento) de alguien que echó los dientes y creció entre toros bravos, convirtiéndolos en su razón de ser.





     Es mi Amigo Pedro Luis García La Rubia, cuyo padre, Alfredo García Merchante, falleció inesperadamente el pasado 4 de febrero. Alfredo fue una auténtica leyenda en estas tierras de Jaén. Tanto, que en los tiempos donde el trato alcanzó su máximo apogeo llegó a manejar más de 1.000 vacas de vientre. Años después se centró en seleccionar una ganadería más pequeña, con una línea Santacoloma y otra Núñez-Torrestrella, que posteriormente eliminó para, hace apenas una década, coger el camino de Osborne vía Los Recitales y Las Hermanillas. Poco a poco fue puliendo defectos y acrecentando virtudes en sus erales, hasta el punto de que la camada recién lidiada ha sido la mejor que salió de “La Casería El Lentisco” pero, por desgracia, él no lo pudo ver.





 


     Fallecido el patriarca, Pedro Luis cogió el relevo, y a lo largo de 2015 pudo disfrutar con sus animales en las dos novilladas sin picar que lidió. Pero, como hay razones que la razón no entiende, después de cinco generaciones criando bravo, la familia decidió desprenderse de todo el ganado de lidia.
     Así que cuando el 5 de octubre se embarcaba a “Pastelero-4”, nacido en Jun-13, un colorado de preciosas hechuras, Pedro Luis ya intuía que con él se ponía el punto final -de momento- a su trayectoria. Quise acompañarlo ese día, entretenerlo en el largo viaje hasta la plaza, y hablarle lo menos posible durante el festejo. Fue en Segura de la Sierra, y el sorteo marcó que el eral saliera en último lugar. Enchiquerado en los vetustos toriles, en una de cuyas puertas, rotulado con tiza, se podía leer “GM-4” (García Merchante, nº 4), aguardó hasta que Francisco Reyes, presidente de la Diputación, que ejercía como autoridad en el festejo, sacase su pañuelo blanco a la balconada del histórico recinto.


 




     Le cupo en suerte a Luis Eduardo Salido, que le cortó una oreja después de que el hijo de “Avisado-67”, semental que había dado el punto actual a la ganadería, le regalase un  puñado de embestidas en las que incluso llegó a llenarse de albero la pala del pitón. Mientras, yo observaba a Pedro Luis, su criador, cuya expresión era una mezcla de sentimientos viendo a “Pastelero” embestir,  y no podía por menos que recordar tantos y tantos días en su casa, ya fuera de tentadero, repasando el ganado o viendo los becerros, hablando de sus madres, de cómo estaba dando el nuevo semental o qué tal había ligado “aquella erala tan brava que toreó Cayetano".
    





    
      Esa noche del 6 de octubre, a la vuelta de Segura, cenamos en el Hotel Zodiaco de Bailén. Cuando me despedí de él, ya de vuelta a casa, pensaba en que ahí se acababa (de momento) la historia de uno de los jóvenes ganaderos con más afición de la provincia de Jaén, tanta como para ser capaz de, un domingo, enfangarse de lodo hasta las espinillas para repartir con sus propias manos los sacos de pienso en los morriles.
      Pocas semanas después de que “Pastelero” entregara su bravura en Segura de la Sierra, toda la vacada fue vendida y trasladada a tierras gaditanas. En “La Casería” sólo quedaron una docena de erales que serán lidiados a lo largo de 2016, con la ganadería ya liquidada y en otras manos. Triste pena, cuando “lo de Merchante” estaba ahora en su mejor momento. Pero, como escribí líneas arriba, a veces hay razones que la razón no entiende. Y, como he recalcado, ojalá sea "de momento". Yo me alegraría como el que más. Ojalá...