viernes, 12 de octubre de 2012

Se llamaba "Camarera".



Se llamaba "Camarera", llevaba a fuego el hierro de Alfredo García Merchante, e iba a cumplir 20 años en breve. Había nacido en "La Dehesilla", término de Baños de la Encina, en el invierno donde 1992 pasó a ser 1993, aunque su madre llegó preñada desde tierras malagueñas de San Pedro de Alcántara, donde aquel ganadero casi fugaz que se llamó Juan Jiménez Alarcón criaba animales con sangre Núñez y Torrestrella
Así que formó parte de la primera camada de esa estirpe con la que contó Alfredo, que en esos tiempos comenzó a vivir la transición que supone manejar casi 1.000 vacas (que fueron las que llegó a tener con aquello de la compra-venta) hasta quedarse con lo que realmente le gustaba. Y las 25 vacas de Jiménez Alarcón que se había traído, eran de las que quería tener. 
"Camarera" fue un animal con suerte. Cuando llegó la hora de su tienta resulta que estaba preñada, pero con una gestación avanzada ya, así que no pisó la plaza de tientas. Y al año siguiente, más de lo mismo. En eso se le vio el primer producto, que si bien no fue espectacular, sí pasó de sobra el baremo de la casa. Así que "Camarera" pasó a ser vaca de vientre. Y de qué manera, porque en 18 años de cría, parió 17 veces, 10 de ellos machos, y sólo se quedó vacía esta última cubrición. 
Yo la vi por primera vez cuando la vaca tenía 13 años largos, y era un auténtico espectáculo. Gorda como una nutria, con leña como para abastecer el horno de una tahona antigua y con una expresión de brava que era todo un espectáculo.
Vamos, que sobrecogía su presencia. A mí, y a todos los que la veían. De hecho, desde ese ya lejano 2006, siempre que he entrado a la tropa de vacas que hay en "La Casería del Lentisco", que es la finca, preciosa, donde Alfredo tiene ahora sus ganados, preguntaba por ella y hacía por verla. Por todo eso, "Camarera" era algo más que una vaca. Era el símbolo de una casa ganadera, y cuando la vacada cambió tornas y viró hacia la sangre Osborne, ella fue el único animal de "lo antiguo" que no fue mandado a matadero. No podía ser de otra manera. 
Sin embargo, las últimas veces que la tuve delante, "Camarera" ya había perdido un mucho de su vigor, pero no la percha que siempre lució. De hecho, la foto central corresponde al último invierno, donde se puede apreciar la tralla que supone el paso de los años. Y esta mañana me han dado la mala noticia. "Camarera" había muerto. Allí, en la inmensidad del campo, en el cercado de las vacas madres. De vieja, como siempre acabaron sus días los animales que hicieron historia en una ganadería de bravo.