miércoles, 25 de enero de 2012

En "El Cotillo" con David Galván

Ayer recibí una de esas llamadas que, en un segundo, te cambian los planes del día. Estando como estoy hasta arriba de trabajo pendiente, no entraba en mis pensamientos "perder" una jornada completa yendo al campo. Pero lo de ayer merecía la pena, y mucho. Más aún la mereció después de ver cómo estuvo el torero con una vaca y un par de toros cuajados.
¿El torero?. David Galván. Lo cierto es que sólo él y dos más habrían sido capaces de sacarme de casa y retrasar todo lo que tengo encima. Así que me fui hasta "El Cotillo", la finca que Juan y Agustín Collado poseen en Carboneros, y eché un día de categoría. En el tentadero, y en la tertulia posterior, porque fue de esas donde la gente sabe de lo que habla y se puede hablar con ellos.
La vaca, con mucho fondo, los toros, exigentes. El torero, rozando en muchos momentos la perfección. Yo no sé si Galván, que toma la alternativa el próximo 28 de febrero en Sanlúcar, llegará a ser un torero importante, porque ahí ya juegan su papel muchos factores. Lo que sí tengo claro es que lo tiene todo para serlo. Más aún, para convertirse en una figura de época.
El tiempo y la suerte decidirán. Mientras tanto, un puñado de fotos atestiguan que David Galván es, aún siendo novillero, algo más que un buen torero. Como decía el clásico "pasen y vean..."

domingo, 8 de enero de 2012

Señores del Campo Bravo

Anoche recibí una llamada de esas que te reconfortan con tu afición. Al otro lado del teléfono Sebastián Fernández, que lleva más de cuarenta años cuidando toros bravos. Primero, en lo de Primitivo Valdeolivas, después con los Jiménez Pasquau, y desde 1978 en casa de Roque Jiménez, una ganadería de la Asociación, de las más arraigadas y tradicionales en la provincia de Jaén.
Hace unos días me encontré con Sebastián mientras lidiaban a puerta cerrada unos toros del hierro donde ejerce con sapiencia las labores de mayoral. Hacía muchos años que coincidí con él la primera vez, en un tentadero donde toreó Juan Carlos García, que aún era novillero. Después de aquel día mis visitas a la finca "Pedro Tito" se pueden contar con los dedos de una mano y sobran más de la mitad. No por nada, sino porque no ha terciado así.
El caso es que nos pusimos a hablar la otra mañana, y le pregunté si era posible que me diera los nombres de unos becerros que yo había visto lidiar hace un cuarto de siglo, casi nada. Sebastián miró la lista que le escribí, se la guardó en el bolsillo y me dijo "haré lo posible".
Anoche me llamó, y uno a uno me los fue dando. Rebuscados en esas viejas libretas de campo que guardan los secretos más íntimos de una ganadería. Sin atisbo de letra impresa o de programas informáticos. Custodiados en esas páginas sólo por afición, la de un mayoral que se desvive por sus toros. Encima, en una ganadería especializada en lidiar añojos y erales, no corridas con figuras, con lo cual se antojaba más difícil que esos datos hubieran pervivido 25 años después.
Pero con gente de campo así, de los de toda la vida, todos los nombres que le pedí aparecieron, y a mí me ilusionó poder completar una parte de mi archivo que andaba coja. Y, más aún, saber que en el campo bravo, donde últimamente han aparecido mayorales que Dios tirita viéndolos, queda gente de tanta afición y categoría como Sebastián. Al final, es lo que siempre pienso, que entre los "chicos" es donde te encuentras la gente más grande.